La madrugada del 26 de abril de 1986 los técnicos que trabajaban en el reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil, al noroeste de Ucrania, llevaron a efecto una prueba para verificar el funcionamiento del reactor en circunstancias anómalas. La central se había construido a toda prisa para cubrir la creciente demanda energética (y también armamentística) de la URSS durante los años sesenta y setenta, razón por la cual se obviaron muchas medidas de seguridad y algunos test de funcionamiento se dejaron para más adelante. Una cadena de errores durante la realización de la prueba llevó al colapso del reactor, que explotó con una fuerza tal que las casi dos mil toneladas de gruesa techumbre que lo cubrían volaron por los aires como si fuesen papel de fumar. Una amplia zona alrededor de la central quedó contaminada para miles de años, y la posterior nube radiactiva que se generó cubrió el continente europeo casi en su totalidad. Fue el accidente nuclear más grave de la historia y el aviso más claro de que no existe el átomo pacífico, ni siquiera en el ámbito de uso civil.
Los restos del reactor 4 a la mañana siguiente de la explosión. La falta de color y el grano que se observan en la foto son debidos a la radiación que afectó a la película.
Como suele ocurrir, incluso durante las peores crisis hay gente con los suficientes arrestos, caradura e inteligencia para hacer buenos negocios. Veinticinco años después del desastre la zona de exclusión alrededor de Chernóbil es lugar de interés para investigadores y científicos de todo el mundo, y la ciudad de Pripyat se ha convertido en epicentro de una floreciente modalidad de turismo, algo en lo que también ha influido la publicación de Shadow of Chernobyl y sus continuaciones, que han dado a conocer entre muchos aficionados a los videojuegos aquella siniestra alegoría de la ruina y el final de la URSS.
Los políticos españoles dicen tener la llave para sacar al país de la crisis: «volar todas nuestras centrales y convertir a España en la primera potencia del turismo nuclear».
Consecuencia lógica del paso del tiempo, que si no cierra heridas (y ya hemos visto que las de Chernóbil tardarán mucho en cerrarse) al menos minimiza su impacto inicial. Es algo parecido a lo que ocurrió tras el 11-S, cuando hubo quienes pidieron eliminar los planos de Inteligencia Artificial en los que aparecen las ruinas de las Torres Gemelas; unas imágenes que hoy se contemplan incluso con curiosidad pero que en 2001 daban yuyu a más de uno, con la peli estrenándose mientras los escombros de los edificios aún humeaban. En esas circunstancias a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido lanzar un videojuego con el World Trade Center como leiv motiv, pero en los ochenta las cosas eran distintas y ni los videojuegos ni su mercado eran tan grandes como para provocar controversias dignas de nota. Por eso a nadie le molestó que más de una casa de software se plantease lanzar un juego utilizando Chernóbil como reclamo más o menos directo. Lejos de dar grima era algo que molaba un millón. Y el producto que mejor aprovechó la oportunidad y el tirón mediático del suceso se hizo en España.
Lo más curioso es que aquel producto no tenía relación directa con Chernóbil. Al menos no de inicio, pues comenzó a gestarse antes del accidente. Diabolic Software surgió gracias al impulso de Mario de Luis, un programador aficionado de sólo catorce años, que tras intentar ser contratado por Erbe Software junto a dos amigos y ser rechazado decidió montar su propia compañía para producir un juego. La experiencia del trío se limitaba a un puñado de programas para revistas, pero tras finalizar Nuclear Bowls se lo presentaron a los jefones de Zigurat, competidora de Erbe, y aceptaron distribuirlo sin pensárselo demasiado. Para Diabolic fue todo un golpe de suerte, ya que el apoyo de una casa potente como Zigurat resultó decisivo a la hora de lograr que el programa llegase en buen número a las tiendas y obtuviese buenas críticas. Además la amenaza de la central ucraniana seguía muy presente en la memoria colectiva: no había transcurrido ni un año desde el accidente, y el famoso sarcófago destinado a cubrir los restos del reactor 4 acababa de terminarse. No obstante se decidió evitar cualquier alusión al desastre en la publicidad, aunque era inevitable pensar en él cuando leías los folletos o echabas una partida con el juego.
1986 fue en España el año de los clones de Profanation, cuyo enorme éxito el año anterior marcó tendencia en el software español. Al menos media docena de juegos se publicaron basándose en el clásico de Dinamic y Nuclear Bowls no era sino uno más, caracterizado por todo lo positivo y negativo de este tipo de programas. Como casi siempre la parte técnica, con los gráficos a la cabeza, era lo que más destacaba, mostrando un acabado pulcro y profesional.
Sin embargo todo lo bueno que pudiera tener el juego se desmoronaba ante el mal endémico de estos inventos: la jugabilidad cuanto menos discutible por culpa de una excesiva dificultad. Al poco de andar trasteando con el juego ya daban ganas de arrojar el Spectrum contra el televisor; y eso que de entrada tenía elementos que animaban a probarlo porque molaban, empezando por un mortal escape radiactivo y cientos de enemigos mutantes visiblemente cabreados pululando por un escenario siniestro. Pero nada, no había manera, y encima los programadores hicieron gala de una especial hijoputez, colocando algunas trampas que obligaban a resetear el Spectrum para cargar nuevamente el juego, pues no existía la posibilidad de abortar la partida y salirse al menú de opciones. Más de un jugador se acordó de la parentela de los programadores, viva o muerta sin excepción. Con todo esto jugarlo sin trucos se antojaba una temeridad, sobre todo para nuestra salud mental.
Porción del mapeado, donde podemos apreciar algunos de los detallistas gráficos y el McGuffin del juego: la vasija rota del reactor, que hay que recomponer y poner de nuevo en marcha.
Nuclear Bowls es otro de esos juegos (muchos, demasiados) que demuestran lo mal que ha envejecido buena parte del software español perteneciente a una época que muchos consideran dorada, pero que en realidad esconde más sombras que luces y en la que ahora, echando la vista atrás, sorprende el éxito de propuestas como la que nos ocupa. Porque efectivamente, este finstro saboreó las mieles del éxito y hasta conoció una secuela años después. Las revistas, como era lo habitual por entonces, practicaron múltiples lavados de cerebro. Y lo hicieron a la perfección.
Se pueden hacer muchas correcciones y matizar lo que comentas sobre Chernóbil, pero la más importante es que el uso principal de esta central no era el Civil si no el militar, debido a esa circunstancia y a la necesidad del régimen de disponer de acceso directo al núcleo para poder obtener plutonio destinado al pacificador armamento nuclear soviético, los reactores no disponían de campana de contención además de carecer de muchas otras medidas de seguridad que junto a los negligentes usos y abusos de la Unión de las repúblicas socialistas soviéticas derivó en un accidente sin parangón . Lo de construir la dichosa central sobre una zona pantanosa ya es de aurora boreal, todo un ejemplo de estulticia máxima.
Xinclair: Efectivamente, tal y como indicas las centrales rusas estaban destinadas a un doble uso, en plan «bueno, generamos electricidad y ya que estamos también material para unas cuantas bombitas y tal». De todos modos no es menos cierto que uno de los detonantes de este follón fue el retraso de la prueba hasta la noche, para no dejar a medio Kiev sin poder ver la tele :p. Hay un documental de la serie de la BBC «Días que conmovieron al mundo» que explica muy bien los pormenores políticos y económicos que animaron a los responsables de la central a tomar decisiones absolutamente inconscientes, más todavía cuando estos sabían con qué estaban jugando.
He caído aquí por casualidad y viendo la temática del post seguramente os interese este artículo : http://www.libremercado.com/2011-04-28/manuel-fernandez-ordonez-chernobyl-25-anos-despues-59463/
Mantecado: Gracias por el enlace, aunque no comparto en absoluto las tendenciosas y muy discutibles opiniones de su autor. Por momentos parece un siervo de de Ibertrola o Unión Penosa.
Lo que pasa es que ahora mismo lo más fácil es ser antinuclear, pero yo no tengo claro que la discusión sea tan simple como «¡Energía nuclear NO!», como en todo tema, recibimos la información filtrada según los intereses de cada grupo y yo sinceramente no me fío ni en los defensores a ultranza ni en los combativos greenpis, que tambien se mueven por sus propios intereses, metiendo la pata una y otra vez en muchos temas.
Jose: Yo llevo siendo antinuclear toda la vida. Participé en las manifas AntiOTAN de los primeros ochenta en España porque me he pasado más de treinta años viviendo a siete kilómetros de un objetivo prioritario de ataque nuclear, que además también fue silo de misiles en su momento.
😉
Ya en un tono un poco menos parcial hay que reconocer que la industria nuclear civil (fisión, ojo) tuvo su razón de ser hace unas décadas, cuando era prácticamente la única forma de obtener grandes cantidades de energía olvidándose de combustibles fósiles. Sin embargo las cosas han cambiado mucho a día de hoy, y la tecnología ya permite plantearse otras opciones más baratas y rentables incluso a medio plazo, y desde luego mucho más seguras. Los 300 reactores de fisión que ahora mismo hay funcionando en el mundo suponen una hipoteca excesiva para el futuro: hay demasiados ejemplos que demuestran que su seguridad ante cualquier percance grave es pura entelequia, y aquí no estamos hablando de la posibilidad de que un derrame de crudo contamine una franja de agua…
Y personalmente me cago en los ecolojetas. He dicho.