En 1986 Elite Systems Ltd. (más conocida simplemte como Elite por mor de su logotipo) era una casa de software más famosa por la desesperante dificultad de sus juegos antes que por la calidad de los mismos. Alrededor de un año antes había sido, junto a Ocean, una de las empresas que empezó a convertir regularmente máquinas recreativas bajo licencia para ordenadores personales, abriendo una caja cuyos truenos alcanzarían tintes epidémicos conforme transcurrió la década de los ochenta. Algo que habría ocurrido sí o sí, por lo demás: la popularidad de las coin op era inmensa entre los chavales, pero como jugar con ellas resultaba bastante oneroso, cualquiera que tuviese un Spectrum (o similar) aceptaba disfrutarlas en casa aunque fuese sacrificando sus veleidades técnicas. Poco importaba que la conversión de marras tuviese peores gráficos y sonido si permitía jugar gratis con tu máquina preferida del salón recreativo, siempre que mantuviese intacta la diversión. Programar conversiones era lo que hoy llamaríamos un win-win; un negocio seguro hasta cuando las cosas sólo se hacían medio bien o, a veces, incluso directamente mal.

El que diga que no ha jugado con esto más de una vez miente como un bellaco.

Así fue como Elite se labró una reputación «conversora» que llegó a su cénit con Commando, un superventas de tal calibre que llegó a vender doscientas mil copias sólo en España, y eso dentro de un contexto en que la adquisición de cintas originales era costosísima. El Commando aún se vendía como churros cuando Elite publicó Bomb Jack para aprovechar una licencia cuya adquisición no debió resultarle demasiado cara, pues la máquina original se había lanzado en 1984 y nunca gozó de una popularidad desaforada. La versión para ordenadores personales se lanzó un poco de tapadillo, pero pronto quedó claro que era un programa estupendo y aumentó rápidamente su popularidad, tanto como para merecer una secuela al cabo de un tiempo que no resultó tan afortunada.

Porque la versión de Bomb Jack para Spectrum ha quedado como uno de los mejores juegos que Elite publicó jamás para el pequeño chisme con teclas de goma. No sólo sus gráficos eran muy vistosos (bastante más que los de Commando o los de otras conversiones publicadas por Elite ese mismo año como Ghost & Goblins o 1942), sino que lograba incluso eclipsar a la máquina original gracias a su estupendo manejo, que lo hacía mucho más disfrutable en comparación. Perfectamente adaptado a las peculiaridades del ordenador, contribuía a que su dificultad, aun siendo alta, resultase perfectamente asumible para cualquier usuario de tipo medio. Hoy es uno de los escasos programas del Spectrum con los que apetece jugar de vez en cuando, y de los pocos entre el proceloso catálogo de Elite que han envejecido con dignidad. En resumen, una obra maestra.

Y no soy el único que lo piensa. Su legado es incuestionable y su influencia se extiende hasta hoy, tanto como para que alguien se haya planteado lanzar un juego claramente inspirado en él: de Bonnie and Clyde puede decirse que todos los elementos evaluables del mismo no son más que accesorios dentro de lo que realmente transluce. No hay más que ver el juego funcionando para darse cuenta.

Creo que no hace falta comentar más. Puritito Bomb Jack Redux creado por Zosya Entertaiment, grupo encabezado por la petersburguesa (de San Petersburgo) Natasha Zotova entre cuyos créditos figuran obras inconmensurables como Valley of Rains, que parece mentira que puedan ejecutarse en un Spectrum y demuestran que cuando los rusos se ponen a exprimirlo, no hay quien les gane. En comparación Bonnie and Clyde es mucho más modesto, lo que no significa que esté mal hecho, sea mal juego ni nada por el estilo, al contrario: su faceta técnica es muy destacable. Gráficos, sonidos y movimientos se encuentran a la altura de lo que cabe esperar en un programa de Zosya, contribuyendo a que Bonnie and Clyde sea extremadamente adictivo a lo largo y ancho de sus 90 niveles. En cuanto al diseño artístico, empezando por la portada, el hecho de que esté protagonizado por gatos le hace sumar puntos, sin duda.

Todo lo que incluya gatos suma. Sumando para la web.

Pero si algo destaca por encima de todo es la banda sonora. Como el juego está ambientado en unos supuestos años 30 felinos, Bonnie and Clyde hace uso intensivo del ragtime como género musical, sobre la base del trabajo que el gran Marvin Hamlisch realizó versionando las composiciones del olvidado Scott Joplin para la película El golpe. Un anacronismo tan bien ejecutado que acabó calando entre el público, y continúa perfectamente asentado hasta el día de hoy. A ambos músicos se les hace un homenaje nada velado en la tabla de records, totalmente merecido por otra parte. La traslación de su obra que podremos escuchar durante la partida (siempre que juguemos en un Speccy de 128 Kb) es espléndida, aunque particularmente hecho en falta algunas canciones más. Cuatro cortes resultan demasiado escasos, saben a poco; pero conscientes de su calidad, Zosya permite descargarlos aparte para su escucha en cualquier reproductor, por ejemplo el de nuestro móvil.

Poco más cabe comentar sobre uno de los lanzamientos del año. Ahora sólo queda descargarlo para pasarlo en grande con él.

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