El 25 de julio de 1992, la ciudad de Barcelona culminaba con la inauguración de los Juegos de la XXV Olimpiada un sueño que había perseguido durante décadas. Las polémicas a cuenta de los costes de la organización o lo que se llamó “grado de catalanidad de los Juegos” finalizaron en cuanto sonó la primera traca que anunciaba el comienzo de la vistosa e innovadora ceremonia inaugural. A partir de ahí todo el mundo se limitó a disfrutar durante quince días de un espectáculo que cosechó un éxito rotundo tanto a nivel organizativo como deportivo, al punto de que muchos siguen considerando los Juegos de Barcelona como los mejores de toda la historia y un ejemplo a seguir para los organizadores de ediciones posteriores.
Aunque todavía se discute, a veces acaloradamente, sobre su rentabilidad económica, en este caso bien podría decirse que no todo debería limitarse al cochino dinero. Teniendo en cuenta que en 1986, cuando la ciudad condal fue designada para organizar los Juegos, no habían pasado ni once años desde fin de la dictadura franquista y hacía cuatro días mal contados que España había entrado en la UE, la nación quería y en cierta forma “necesitaba” los Juegos para romper tópicos y proyectar una imagen de modernidad y dinamismo. Al contrario de lo ocurrido con la Expo de Sevilla, demostrada como un coladero de fondos públicos sin apenas utilidad real, Barcelona aprovechó su oportunidad para someterse a una remodelación que lavó por completo la cara a la ciudad, legando una serie de obras e instalaciones que todavía hoy son utilizadas a diario por sus habitantes, amén de la famosa salida al mar. El modelo de planificación impulsado a través del programa ADO trajo un zurrón de medallas para el deporte español (22), que dejó atrás sus complejos ancestrales y se situó entre las grandes potencias del planeta, lugar en el que ha seguido desde entonces.
Es una lástima que el Spectrum llegase tarde a 1992. Para sorpresa de todos aún seguía comercialmente vivo cuando el arquero Antonio Rebollo encendió el pebetero del Estadio de Montjuic, pero a esas alturas sus mejores días quedaban ya muy lejanos. Apenas se publicaban juegos para él, las revistas especializadas que antaño le habían prestado tanta atención ahora le daban la espalda y los españoles comenzaban a pasarse en masa al PC o a las videoconsolas de manufactura japonesa.
Los 90 trajeron consigo un cambio de ciclo que liquidó de manera fulminante a la que había sido la segunda mayor industria del videojuego europeo tras la del Reino Unido, y Barcelona 92 tuvo una presencia casi testimonial entre las pocas desarrolladoras patrias supervivientes de la hecatombe, que languidecían con publicaciones esporádicas destinadas a los ordenadores PC. Es el caso de los juegos provenientes de dos viejas glorias, Topo Soft y Opera, cuyas respectivas fichas podéis ver aquí, aquí y aquí. Se trataba de buenos productos que como mínimo estaban al nivel de lo realizado por cualquier compañía puntera, pero ya era tarde y constituyeron poco más que un epitafio; el final de una historia que había conocido tiempos mejores.
Y sin embargo el Spectrum tuvo su hueco en Barcelona 92, aunque no fuese en primera línea. Seguía siendo el ordenador de muchos hogares, entre ellos el de algún amigo. Con el influjo de la llama que ardía en Montjuic, los viejos juegos de olimpiadas volvieron a ponerse de moda entre los que aún poseían un ordenador del Tío Sinclair y decidimos que era un buen momento para rememorar tiempos pasados, divertirnos y echarnos unas risas. Para mi recuerdo quedará la tarde que pasé jugando al Supertest con otros siete garrulos, todos medio borrachos por la ingesta de una cantidad indecente de whisky con Coca Cola, mientras con el rabillo de ojo veíamos por televisión la final de tenis entre el suizo Marc Rosset y Jordi Arrese, un duelo que adquirió tintes épicos y se convirtió en uno de los grandes momentos de los Juegos pese a la derrota del aguerrido tenista catalán, un modesto con el que casi nadie contaba. Pocas veces un perdedor ha podido irse a su casa con la cabeza tan alta, además de con una medalla de plata olímpica en el bolsillo.
De alguna manera, la presencia (que no influencia) del Speccy en los Juegos Olímpicos ha llegado hasta la actualidad: mientras escribo estas líneas, a pocos días de inaugurarse la edición de Londres 2012, el legendario decathleta Daley Thompson se ha enzarzado en los medios con el no menos legendario Steve Redgrave, pentacampeón olímpico de remo, a cuenta de quién de los dos será elegido para encender la llama que iluminará el evento, un honor que Daley, famoso por no morderse la lengua, cree merecer más que nadie: “Sebastian Coe ha sido nuestro segundo mejor atleta olímpico, después de mí«. Thompson, oro en Moscú 80 y Los Ángeles 84, se hizo muy conocido entre los fans del Spectrum gracias a los tres videojuegos que apadrinó, Decathlon (1984), Supertest (1985) y Olimpic Challenge (1988); tres clásicos que popularizaron entre la chavalería una especialidad deportiva tan dura como minoritaria. El malagueño Antonio Peñalver, plata en el decathlon de Barcelona 92, ha sido desde siempre admirador confeso del bigotudo Daley. Desconozco si Peñalver jugaba de pequeño al Decathlon con su Spectrum, pero no cabe duda de que el mundo es un pañuelo.
Sólo por atreverse a lucir en público semejante bigotón, tito Daley merece encender el pebetero de Londres 2012 y lo que le venga en gana.
Actualización: Finalmente Steve Redgrave fue quien se encargó de cubrir el último relevo de la antorcha, pero sin intervenir en el encendido del pebetero. La tarea correspondió a un grupo de voluntarios seleccionados, entre otros, por Daley Thompson, a quienes Redgrave cedió la antorcha para que diesen con ella la última vuelta al estadio. Así todos más o menos contentos, pero sin duda me hubiese gustado ver al bueno de Daley interviniendo en algún momento de la ceremonia inaugural. En su lugar tuvimos que aguantar al soso de David Beckham, un tipo que cada día parece más dispuesto a matar a su madre si es preciso con tal de figurar. Eso es todo amigos.
Me cuesta imaginar a esa Barcelona pre-juegos olimpicos, yo la conocí en 1999 con el aspecto actual.
Yo sí que estuve un par de veces durante los primeros años ochenta, y pese a ser una ciudad costera no tenía salida al mar a excepción del puerto, y desde luego ni playa ni nada. La zona que actualmente ocupa el barrio olímpico, el Poble Nou, era mitad polígono industrial abandonado mitad poblado chabolista, y en general toda la ciudad transmitía una imagen bastante cutre. Volví de nuevo en 1995 y el cambio había sido radical. Un contraste absoluto con La Cartuja de Sevilla, muchas de cuyas instalaciones actualmente se pudren víctimas del abandono porque nadie ha sabido cómo reutilizarlas.
Joder… conozco todas esas zonas y son muy bonitas, hay montones de espacios para paseos, playas y esos barrios estan muy bien.
Menudo desperdicio lo de Sevilla entonces…
Lo de Sevilla es, por decirlo de un modo suave, tristísimo. Mi novia estuvo en la Expo y cuando volvió años después se quedó de piedra por lo que vió. En internet hay muchas webs que ilustran cómo se desperdició el legado de lo que por otra parte fue poco más que pura y simple especulación. Un invento montado muy a la manera «tipycal spanish» de forma diametralmente opuesta al de las Olimpiadas, con falsificación descarada de cifras (de presupuesto, de visitantes, declarando al cierre 700 millones de pesetas de beneficio para luego descubrirse que se habían perdido 35.000…) y bastante descontrol al menos hasta la apertura oficial del recinto. La profunda Ejpañah andalusa presente en cuerpo y alma. Sobran comentarios, me temo.
Basicamente un poco de lo que se vio a nivel país durante estos años de bonanza… :/