Y entrecomillo porque no fui yo quién dijo: «Joder, ahora vamos a tener a Fernando Alonso hasta en la sopa». El autor fue un usuario del Cercanías que viajaba a mi lado una buena mañana, seguramente y como yo, camino de su trabajo. Siempre se ha dicho que para que España pudiese considerarse una auténtica súper potencia deportiva nos faltaban tres cosas: un equipo de atletismo competitivo, capaz de ganar oros olímpicos (lo tuvimos en el 92, con Cacho y compañía), una selección campeona del mundo de fútbol (a este paso lo conseguiremos cuando Andorra coloque astronautas en Saturno), y un campeón del mundo de Fórmula 1. Lo tenemos ahora, incluso antes de lo previsto. Y aunque no vaya a cambiar nada en nuestras vidas (yo voy a tener que seguir madrugando para ir a la oficina como cada día), al menos podemos estar contentos de ganar algo, y más en un deporte en el que este bendito país no ha destacado precisamente.
La Alonsomanía nos ha afectado a todos de un modo u otro. Yo no soy ni mucho menos fan de la Fórmula 1, que me parece muy aburrida. No he visto ni una sola carrera este año; ni siquiera la de Brasil, que me pilló trabajando y que no me molesté ni en escuchar por la radio. En cambio sí que me gustan mucho los juegos que retratan este particular «circo», aunque los más novedosos pecan, a mi juicio, de ser tan tan realistas que acaban resultando demasiado complicados. Yo sigo pensando que el mejor juego de Fórmula 1 que se haya hecho jamás es el Grand Prix 2 de Microprose, obra del gran Geoff Crammond. Una prueba para apoyar esta afirmación es que han pasado diez años de su publicación y todavía hay algunos grupos de fans activos en Internet.
Al hilo de todo lo acaecido en los últimos días, me ha dado por revisitar viejos juegos «de carreras» para el Spectrum. Aprovechando unos pocos momentos libres, he vuelto a disfrutar con juegos que en algún caso no había vuelto a probar desde hacía años. También he probado algunos por vez primera, sobre todo de los posteriores a 1990, muchos de los cuales no llegué a jugar nunca en el Speccy. Tengo claro que sigo prefiriendo los de los primeros tiempos, más ingenuos, simples y agradables de jugar. Los últimos juegos de coches publicados para el Spectrum pretendían ser tan realistas que quedaban ridículos, porque nuestro querido Speccy no es más que un juguete comparado con un Atari ST o un PC, y pretender amoldar a su posibilidades un programa diseñado para máquinas mucho más potentes era un ejercicio demasiado arriesgado.
¿Mi favorito de todos ellos? Sorprendentemente no es el Bandera a Cuadros (un juego excepcional para su tiempo, sin duda, y aún hoy tremendamente divertido en su simpleza) si no el Nigel Mansell´s Grand Prix, que yo siempre he defendido como uno de los mejores juegos de carreras publicados para el Spectrum, y sin duda el mejor basado en la Fórmula 1. También el mejor juego de sus creadores, y de largo. No olvidemos que hablamos de Martech, casa de software responsable del Uchi Mata, que es algo así como Plan 9 en el espacio exterior hecho videojuego. En su día me lo compré original, y disfruté como un enano a los mandos de aquel Williams «de pega» muy agradable de conducir (el punto fuerte del juego es sin duda el logrado movimiento del coche). Sufría vuelta a vuelta por el campeonato, y me llevaba unos disgustos tremendos cuando el coche me hacía un trompo yendo en cabeza a dos curvas del final. Después de tales decepciones me juraba a mí mismo que no volvería a jugar nunca más, pero al cabo de poco ya estaba cargando nuevamente el programa, dispuesto a superar aquel circuito que se resistía y acabar el juego coronado en campeón; algo que acabé consiguiendo a base de mucho sacrificio, incluyendo la rotura de la cinta donde guardaba la partida, lo que me obligó a comenzar el campeonato de nuevo desde cero a falta de seis pruebas para acabarlo. En ese momento terminar el juego (y terminarlo bien) ya se había convertido en una cuestión personal. Hoy no se me ocurriría repetir aquello por el bien de mi salud cardiovascular y mental, pero acabar con la «maldición» del Nigel Mansell me hizo sentirme casi como Alonso en el podio de Brasil.